Des de dates vora Sant Jordi que no havia publicat res en el blog. I no per falta de ganes, sinó de temps. Ara, que ja he aconseguit la fita d'acabar tots els compromisos universitaris, enceto una nova etapa en què la prioritat és seguir estudiant i investigant els dos mons que m'apassionen: la literatura i l'educació social. Sé que tots dos estan enllaçats en la meva manera d'entendre la vida i, per tant, d'escriure.
Aquí us deixo un petit relat que vaig escriure fa temps: barreja de distopia amb petites pinzellades de ciència-ficció. Espero que en gaudiu:
DÍA 1
El olor a madera quemada se
me ha pegado al abrigo. Y a mojado, huele a mojado. El agua está fría, la noto
en la cara. Sé que ha muerto y que esto es lo más parecido a lo que yo creía
que era un funeral. De pequeña nunca me dejaron ir a ninguno y ahora estoy
aquí, con todas esas miradas puestas en mi gorro, calado hasta las cejas. Quiero
regresar a casa y sentarme en su silla de madera, entre sus papeles e intentar
saber por qué no estoy triste, por qué ni tan siquiera lo echo de menos. Tan
solo sé que hoy es como si por primera vez hubiera descubierto olores nuevos,
que no creo recordar. ¿Y si la vida fuera solo una imagen que se va borrando,
hasta la muerte?
Mírala, ahí está, con la mirada ida y su mano levantada,
como queriendo recoger gotas de lluvia. La he visto más triste cuando se les
murió el perro y me lo trajeron para que les devolviera el chip. Y ni siquiera
me ha reconocido. Soy uno más que va vestido de negro. Lo siento mucho, Bettina, sé cuánto os queríais. Y me asusta verte
así, le he dicho antes de irme.
DÍA 2
El café me devuelve a la
rutina. Acaricio la pared de su despacho, hecha como las de antes, con yeso y
pintura; está fría. El suelo es de madera y ahí, su balancín, su pipa, ahí sus
cientos de papeles… nunca los entendí. Nada ha cambiado, solo su ausencia.
Vuelvo al trabajo. El cajón
no lee mi huella digital y no se abre, tendré que decírselo a los de
mantenimiento. Ya estoy aquí, desde mi cabina de cristal puedo ver a todos. El
acero inoxidable es impenetrable, no hay ninguna grieta en su textura, no hay
espacio para un suspiro. Por eso me gusta su cuarto, la madera tiene memoria y,
cada vez que entro, me habla. En cambio, aquí, siguen fabricando en el tubo
cilíndrico y estirando… ¿Qué información pasará por esos filamentos de vidrio? Vidrio
inteligente. ¿Entenderá todo lo que yo ya no entiendo?
¿No la ves? Está ahí, ahí, donde te señalo con el dedo.
Se ha quedado observando la línea de producción. No, no sospecha nada. Le hemos
borrado todo de la memoria. Solo le hemos dejado lo justo para que nos conduzca
a ello. Parece que le molesta la muñeca, se la está palpando. Atentos con eso.
DÍA 3
No he ido a trabajar. El
sabor de la mantequilla en las tostadas me ha recordado una mañana de invierno
cuando jugábamos con nuestro perro; Hans decía que era una de las pocas cosas
que le devolvían la esperanza de un mundo mejor. Hablaba añorado. Es como si
fuera capaz de sentir lo mismo, pero no sé qué es. Tengo cita con el
desactivador. Aquí ya no hay sangre, ni medicinas. ¿Cuándo fue el último médico,
sin actualización, que se jubiló? Ya no me acuerdo. Ahora, al que se lastima… al
que se lastima se le incinera; los fluidos son sucios. Pobre Hans.
Déjame ver… Te han introducido un chip. ¿Qué está pasando
Bettina? En el entierro te vi tan ausente y ahora esto. Tienes que llorar,
reaccionar como todos… Si no creerán que eres otra perjudicada, ¿entiendes? Ya
sabes lo que hacen a los perjudicados. ¿Por qué te vigilan? ¿Por qué no
reaccionas?
DÍA 4
El elevador de la empresa es
tan aséptico como mi casa, excepto su despacho. Sobrevivió a nuestro tiempo por
obstinación. Pero, tirarse por la ventana y no dejar que su imagen se nos borre
poco a poco… Eso me dijeron cuando llegué al Centro de desactivación, que él
solo se había lastimado y había dejado traspasar al exterior las entrañas. No
había remedio, había que incinerarlo.
Ese hombre… me está mirando
desde el piso 12. Lleva el identificativo de visita. ¿Me está sonriendo?
Creo que he podido mantener contacto visual con ella. No
sé que habrá pensado pero, por lo menos, ha disimulado cuando ha aceptado mi
tarjeta. Eso nos favorece. Tiene la muñeca hinchada, creo que le habían puesto
un chip. Chica lista, ahora está desactivada. ¡No nos queda mucho tiempo!
DÍA 5
¿Quién llama a mi casa? Hace
tiempo que eso no sucede. Ya nadie me envía correo postal. Un mensajero con un
paquete… ¡Qué extraño! No me fío, tendrá que pasar por el arco de
reconocimiento de oxitocina, de lo contrario no voy a abrir.
Mi amada Bettina:
Si estás leyendo estas líneas es porque me mataron. Me perjudicaron ellos y no
dispones de tiempo antes de que te lo hagan a ti. Estos documentos que hay en
este paquete son todas las investigaciones que hice sobre mi proyecto de optogenética.
He logrado ubicar las algas que detectan la luz amarilla, las que inhiben.
Están en Japón. Aquí tienes toda la información al respecto. Lo que en un
inicio concebí para paliar el dolor de los recuerdos, lo están utilizando para
borrar la iniciativa de las personas. ¿Comprendes? Quieren convertir el mundo
en una fábrica de humanos disciplinados. No eres la única que lo sabes ahora.
Te buscarán para borrarte los recuerdos, o quizás para matarte, y que contigo
desaparezca la única oportunidad de libertad que le queda a la humanidad. Si
lees esto ponte en contacto con mi colega Björn Filberden y huid.
Filberden… ese nombre me suena. Exacto, es el tipo que me
ha dado la tarjeta en el ascensor y estaba escrita por detrás. Veamos... Estás en peligro. Mañana en la puerta
trasera de este edificio, a tu hora de entrada.
DÍA 1
Hace tiempo que se fue Hans. Mi vida sigue en esta
fábrica, entre fibra de vidrio y conectores. Vuelvo al trabajo. Salgo del
ascensor. El cajón de la mesa no lee mi huella digital y no se abre, tendré que
decírselo a los de mantenimiento. ¿Quién era el tipo que no me quitaba la vista
de encima en el ascensor?