James Joyce
Editorial Lumen
L'estiu passat vaig llegir Ulisses d'en Joyce i vaig fer una entrada a la meva pàgina pública del FB. Estava per casa —una edició de Lumen en castellà— i disposava del temps.
11/08/2014
Joyce, J. (1922) Ulysses.
¡La hazaña no ha sido de Ulises, ha sido mía por haber terminado la lectura de esta obra! Sabía que era de difícil asimilación pero, ¡qué sensación me ha dejado! ¿Qué leer después de esta explosión narrativa que salpicó a tantos autores?
Este libro lo recomiendo a aquellos que quieran experimentar una sobredosis de sinestesia y no me refiero a la figura retórica, no precisamente en Joyce, sino a su acepción más sensorial.
Un día por Dublín, en la vida de sus protagonistas: Leopold Bloom, Stephen Dedalus y la mujer de Leopold, Molly. El regreso de un Ulises muy particular a su Ítaca dublinesa, donde una Penélope no le espera precisamente tejiendo… Parodia, más que una guía de estudio, revelada en una carta de Joyce a sus amigos. Porque precisamente Ulises es eso, la plasticidad hecha palabra de las mentes burguesas de una sociedad determinada pero, a la vez las de todos nosotros. Creo, sinceramente, que aquí radica su universalidad y en esto coincido con el traductor Jose María Valverde. Una gran crítica de la sociedad irlandesa de principios del siglo XX, recreada a voces en las que uno puede, aún, oírse.
Yo no creo que la forma domine sobre el fondo, sino que totalmente confabulada con él, hace aumentar la absorción de sus letras. Conforme iba descubriendo, entre sus páginas, tal creatividad literaria (un inventario, partituras, títulos de noticias, escenas teatrales, un capítulo entero sin puntuación e incluso uno que recuerda a la exposición de preguntas y respuestas de un catecismo) iba asociándola con algunos autores que yo reconocía fácilmente por utilizar, muy evolucionados, alguno de estos recursos: Saramago por los signos de puntuación, Perec por la inclusión de minuciosos inventarios, etiquetas publicitarias, etc., Faulkner y sus monólogos interiores…
Uso de palabras imposibles, diálogos interrumpidos por reminiscencias oníricas, donde su principal protagonista llega a cambiar de sexo e incluso es capaz de parir. Grotesco, pantagruélico, diría yo (Rabelais se quedó corto para que Joyce le diera varias vueltas más; eran otros tiempos, claro…). Juega con las voces narrativas, intercalándolas, confundiendo al lector tal y como la mente del protagonista aparece, confusa. E irreverente: a Marcel —el protagonista de En busca del tiempo perdido—el olor de una magdalena mojada en té verde le transporta a su infancia, a Bloom el olor de la uña de uno de sus pies recién arrancada…
Joyce debió disfrutar sobremanera: Juega con las velocidades del texto cortando palabras: “así d esta maner”; o las alarga hasta el “infinitonitonito”, introduce diálogos (y con ellos un nuevo giro al argumento) con la preposición “Y”, abusa de interjecciones eh! y es todo un maestro en profundizar el más sentido semántico de una palabra con un simple signo de puntuación: lejos: lejos: lejos. (En mi cabeza, pasos cada vez más lejanos), allí: allí, allí.
Eleva las onomatopeyas a la mayor singularidad cuando las utiliza para interrumpir frases, intercalándolas en diálogos, y el eco de algún personaje puede “mirarse” en un espejo. Alegórico, simbólico… Inventor de palabras, a mi juicio tan necesarias como el término “cosidad” de Cortázar; tales como “cualquiercosista” y otras más explícitas como “suculentisuccionar”.
Intensa obra que Joyce tardó en escribir ocho años y de la que afirmó que la escribió para mantener entretenidos a los críticos otros 300 más. Totalmente recomendable, casi imprescindible, la edición de Lumen en la que se incluye un gran prólogo del traductor anteriormente mencionado y unos resúmenes que ayudan a asimilar el hilo narrativo.